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Otras cinematografias

YO MATÉ A EINSTEIN, CABALLEROS (Checoslovaquia, 1970)

Título Original: Zabil jsem Einsteina, panove. Intérpretes: Jirí Sovák (Profesor David Moore), Jana Brejchová (Gwen), Lubomír Lipský (Profesor Frank Pech), Jan Libícek (Smith), Iva Janzurová (Betsy), Petr Cepek (Albert Einstein), Radoslav Brzobohatý (Robert), Josef Hlinomaz (Jefe de Policía), Svatopluk Benes (Giacometti), Jarmila Gerlová (Swansonová). Duración: 94 minutos.


Síntomas: En un futuro próximo un grupo terrorista provoca un accidente nuclear. La espantosa consecuencia de la radiación supone que a todas las mujeres… les crece la barba. Científicos y gobernantes se unen para hallar una solución al problema pero todo esfuerzo parece inútil. El prestigioso profesor Moore parece haber encontrado la solución, ha ideado una máquina del tiempo. Con ella piensa trasladarse hasta 1911 y asesinar a Einstein antes que este descubra la teoría de la relatividad. De este modo conseguirá abortar el peligro nuclear y evitar cualquier atentado. Pero una vez en el pasado la misión no va a ser tan sencilla como en un principio parecía.

Diagnóstico: A tenor del artículo anterior, seguimos a vueltas con los viajes del tiempo. El mundo del cine ha producido un sin fín de títulos que juegan con esta posibilidad. Muchos de esos títulos se encargan de narrarnos la aventura que supone viajar hacia un futuro desconocido e intentar fabular cómo será la sociedad y el ser humano 100, 1000, un millón de años por delante, generalmente con resultados poco optimistas.
No obstante, me resultan especialmente interesantes aquellos otros títulos que juegan en sentido contrario, esto es, los viajes a un tiempo pasado para intentar cambiar una realidad del presente. La paradoja temporal, los futuros alternativos, el efecto mariposa son elementos que tratados con el adecuado ingenio y una pequeña dosis de lógica temporal puede dar productos ciertamente fascinantes. Sin duda dos de los ejemplos más populares son los que trata la saga Terminator y especialmente la genial Regreso al Futuro (1985), cuyos logros son en parte trivializados en sus dos prescindibles secuelas.
Pues bien, Yo maté a Einstein, Caballeros, se adscribe a esta corriente tres lustros antes que los dos títulos mencionados y si bien no desarrolla de forma tan madura estos conceptos antes mencionados sí que proporciona las adecuadas dosis de ingenio y diversión como para hacernos pasar un rato más que entretenido.

¿Qué elemento no pertenece al decorado?

Y es que ya su primera secuencia nos pone en antecedentes: dos hombres desnudos en una cama se besan. A medida que el plano va girando observamos que uno de los dos hombres en realidad es ¡una mujer barbuda! Y que en realidad están rodando una película. A partir de ahí el guión parece directamente destinado a tomar derroteros imprevisibles para el espectador más avezado. Y lo consigue.
Algo que sorprende es el nivel de producción que por la entonces todavía Checoslovaquia (hoy, recordemos, dividida en dos países: República Checa y Eslovaquia) podía contar para una comedia de este calibre. La estética futurista no inventa nada y se adhiere a la moda aséptica de escenarios fríos, vestuario uniformado y muebles funcionales (estamos todavía tras el telón de acero de la Europa comunista, no lo olvidemos) pero desde el punto de vista técnico resulta del todo impecable. Por otro lado, la reconstrucción de una Praga de principios del siglo XX resulta absolutamente deliciosa y cuidada al más mínimo detalle.
El guión es, cuando menos, ingenioso y se mueve a dos niveles, el de sátira social en la parte que se desarrolla en el futuro (rematado por ese paradójico desenlace final) y el de auténtica comedia de vodevil para la parte que transcurre en 1911. Evidentemente su discurso temporal resulta menos coherente que el del título de Robert Zemeckis antes mencionado, pero el guionista consigue que mediante unos endiablados diálogos y sus gags desternillantes no nos detengamos a pensar demasiado en ello. La fórmula, contra todo pronóstico, funciona.

En cuanto al apartado actoral, bueno, todos aquellos que tenían (como un servidor) la idea de que el intérprete del Este es por lo general frío y distante para nuestros registros interpretativos latinos van a tener que aparcar momentáneamente sus prejuicios. El elenco está francamente divertido y consiguen sacar partido a cada uno de los momentos del film destacando a Jirí Sovák como el Profesor Moore (que nos recuerda al gran cómico de aquel momento, Peter Sellers), la bella Jana Brejchová, joven historiadora que acompaña a Moore en su viaje temporal, Iva Janzurová como Betsy esposa de uno de los viajeros o a Petr Cepek como un jóven y presuntuoso Álbert Einstein. Por supuesto todos ellos absolutos desconocidos en nuestro país.
Tampoco es mucho más célebre su director, Oldrich Lipský, del que apenas ha llegado a España ¡Que vivan los Fantasmas! (1977), una deliciosa fantasía musical que parodia esta vez el género de Castillo encantado y que aquí incluso se ha llegado a editar en DVD. Por cierto que ese mismo año, 1977, Lipsky volvería a tratar el tema del viaje temporal con “Mañana me levantaré y me quemaré con té” que cuenta como unos viejos nazis se disponen a viajar en el tiempo para proporcionar una bomba atómica al mismísimo Hitler y poder así cambiar el curso de la historia.

Curiosa pizarra para explicar la paradoja temporal

A destacar:
El film tiene momentos antológicos. Uno de ellos es cuando aparecen con su cápsula espacio-temporal en mitad de una representación en la Ópera de Praga. El momento no había sido escogido al azar, ya que la ópera a representar ese día era “Viaje a la luna” y los científicos piensan con buen criterio que en sus decorados la cápsula destacaría menos. Pero sus informes no eran del todo exactos y aparecen en medio de unos decorados menos apropiados para pasar desarpecibidos.
Como divertidísimo resulta el momento en el que nuestros protagonistas sobornan a un niño (futuro padre de uno de ellos para más inri) para que asesine con una pistola futurista a Einstein, habida cuenta de su pericia con el tirachinas. “No quiero tener un asesino por padre” se resiste Frank, uno de los científicos a lo cual su compañero, el profesor Moore replica: “¿Prefieres tener una esposa barbuda?”.

Una película en fin, realmente divertida. Una auténtica joya desconocida de la Ciencia-Ficción que a buen seguro estuvo muy presente en las primeras sátiras de los Monty Python, con cuyo humor guarda más de un parecido. Una película que de haber sido norteamericana y estar filmada por un Billy Wilder, pongamos por caso, estaría sin duda en cualquier antología de comedias con trasfondo fantástico. Fuente: madhouse

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