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Cristina García Rodero - Rituales en Haití

Cristina García Rodero  -  Rituales en Haití

EL MISTERIO DE LOS MUERTOS VIVIENTES EN HAITÍ
O de como un fotógrafo se convierte en zombie



Cuerpos insinuantes y rodeados de sangre ritual ahuyentan los malos espíritus desde la violencia de sus actos sanguinarios, mientras que los muertos vivientes agonizan en la esclavitud de su historia. Al lado, una mujer fotografía todos sus gestos e inmortaliza el poder y la magia de lo siniestro. Es la española Cristina García Rodero.

Haití es una isla misteriosa. Sus habitantes, igual que en los pueblos primitivos, sólo entienden el lenguaje de la superstición y por eso consagran toda su vida y sus actos a los ritos. Nada en sus vidas está al margen de lo que les marca los seres superiores (los dioses y las fuerzas de la naturaleza) y esto no se comprende desde la mirada desacralizada de occidente que hace girar toda su cultura alrededor del dinero. Incapaces de comprender los rituales vudú (magia blanca y magia negra) de los haitianos se les ha calificado de auténticos bárbaros porque realizan numerosos sacrificios y también practican cierto canibalismo (aunque esta costumbre es muy restringida y va en desuso).

Cristina García Rodero
Rituales en Haití

Claro que escandalizarse a estas alturas porque los haitianos sacrifiquen a algún animal o persona, desde un contexto ritual se entiende, cuando la todopoderosa cultura occidental practica el maltrato y exterminio generalizado tanto de personas como de animales sin ningún objetivo sagrado como el de defender a la comunidad de peligros exteriores, sino por un simple egoísmo personal de enriquecimiento y de poner en escena ante la opinión pública internacional las auténticas perversiones y barbaridades que el hombre blanco puede llegar a cometer sin ninguna base ética que sustente sus actos (la expansión de la industria armamentística sería un ejemplo interesante para analizar como auténtico acto profano). Es evidente que los llamados pueblos salvajes pueden convertirse en estos momentos tan difíciles para la sociedad contemporánea si no en un ejemplo a seguir sí a imitar, pero parece que estamos aún lejos de todo eso porque todavía no nos hemos dado cuenta de que distamos mucho de ser una sociedad civilizada.

Cristina García Rodero, consciente de este desprecio y maltrato a pueblos como el haitiano, a veces incluso por sus propios gobernantes, acudió con su cámara a recoger de primera mano los restos de una cultura tan primitiva. Así explica la propia fotógrafa su experiencia con este trabajo: De repente, me encontré en Haití, con ese pueblo que tanto ha sufrido. Ellos fueron los primeros negros en América que se liberaron de la esclavitud y lo están pagando con esa serie de gobernantes que les hacen la vida imposible. Por eso se reflejan en la religión –explica–. Me quedé muy impresionada con el vudú, la religión en la que se refugian, que el hombre blanco, el americano, se ha ocupado de desprestigiar. Son un pueblo luchador y muy rico, y también muy sufriente y muy artístico. Con ellos pude retratar mis obsesiones: las dualidades. Existe una porque existe la otra: lo natural y lo sobrenatural, lo religioso y lo pagano, la vida y la muerte, el cuerpo y el alma. Espero que esa impronta esté presente en mi obra.1

¿Cómo se sale de la tumba en Haití?: “A golpes”

Para complicar aún más las cosas en Haití existe una leyenda negra en relación a la existencia de zombies o muertos vivientes2 (personaje esencial en los relatos y filmes de ficción). El mito surgió cuando se pudo constatar que varias personas retornaban a sus casas tras varios años de haber sido certificadas sus muertes y después de ser debidamente enterrados. Durante mucho tiempo, desde Occidente se despreciaron estos relatos, calificándolos de embustes y supersticiones sin ningún fundamento. Sin embargo, parece que existen pruebas de que esto está sucediendo. Manuel Carballal en un ilustrativo artículo publicado en Internet con el título: “Vudú: viaje a los misterios de Haití” lo dice con claridad: Todo el mundo sabe que no se puede regresar de la muerte… Pero en esta ocasión no solo existían los historiales clínicos y certificados de defunción de Clarvius Narcisse y Ti Femme, sino que sus respectivas familias y vecinos los reconocieron. Clarvius Narcisse murió en 1962. (…) Tenía nauseas, mareos, tos y respiraba con dificultad. Al día siguiente entró en agonía y poco después moría. Su certificado de defunción está firmado por tres médicos de dicho hospital. El cadáver de Narcisse fue enterrado y, con el tiempo, olvidado. Sin embargo, en 1980, –18 años después de morir– Clarvius Narcisse apareció en su antigua casa vivito y coleando. Excepcionalmente, para los casos de zombies, Narcisse conservaba una cierta lucidez y la capacidad de expresarse, y pudo explicar como había estado consciente durante todo el tiempo que duró su muerte y entierro. Había escuchado a los médicos certificar su defunción. Había sentido la sábana cayendo sobre su cara al considerarlo cadáver. Había oído a su hermana llorar sobre su ataúd. Incluso conservaba aún una herida en la cara provocada por un clavo que atravesó la tapa del féretro rasgando su rostro. Y después el terrible silencio y la oscuridad del cementerio.


Cristina García Rodero
Rituales en Haití

Pero este hombre salió de la tumba “a golpes” explica Manuel Carballal: Después, según contaba Narcisse, escuchó la voz del bokor (el brujo vudú) pronunciando su nombre. Fue desenterrado y salvajemente golpeado, y después conducido a una plantación en Ravine-Trompette, en el otro extremo del país. Tras la muerte de su amo, todos los zombies habían escapado vagando sin rumbo por la isla. La explicación a estos hechos tiene que ver con que los bokors (brujos haitianos que practican la magia negra) se ponen en ocasiones al servicio de los terratenientes y gracias al “polvo zombie” consiguen que sus víctimas durante horas parezcan estar muertos y después cuando se despierten sufren una amnesia absoluta que les impide recordar quiénes son y se convierten así en máquinas para trabajar.

El polvo zombie es un compuesto elaborado a partir de un sin fin de productos de origen vegetal, animal y humano que, mezclados en su exacta proporción, producen el veneno más fascinante de la brujería afroamericana. Extractos de plantas, huesos humanos, tarántulas, sapos venenosos, gusanos y otros ingredientes no menos pintorescos forman parte de ese polvo zombie cuyo principal elemento radica en tetradotoxina contenida en el pez-globo. La tetradotoxina es el veneno de origen animal más potente que existe (…) La precisión con que los bokor utilizan ese peligroso veneno, junto con el centenar de ingredientes que componen en polvo zombie resulta asombrosa. Y sus efectos pueden notarse a lo largo de todo el país. (…) podremos atisbar cementerios con numerosas tumbas profanadas, e incluso algún ataúd, ya vacío (…) Entre las plantaciones de caña o bananas es posible que podamos observar algún hombre de aspecto descuidado y mirada perdida que trabaja sin descanso. Quizás ante nosotros tengamos a un desgraciado zombie, concluye Manuel Carballal.

¿Cómo se hacen fotografías en Haití?

La colección de Cristina García Rodeo lleva por título: “Rituales en Haití” y está compuesta de aproximadamente 140 fotografías en blanco negro. Este trabajo forma parte de uno más amplio como confiesa la propia fotógrafa: actualmente y desde hace diez años –explica– estoy trabajando en un monográfico que me gusta llamar "Entre el cielo y la tierra". Está basado principalmente en el registro de festivales de todo tipo, de música, de sexo, de erotismo. Son nuevos lugares a los que la gente concurre con una nueva fe, peregrina desde muy lejos para llegar a ellos y participar de los festejos. En todos estos sitios la gente se reúne para divertirse, para mostrar el cuerpo, para buscar el amor, para encontrarse, para olvidarse de sí. Allí he registrado desde encuentros hippies en Texas hasta el Love Parade de Berlín. Empecé a trabajar en el sur de Francia, luego seguí por el centro, de allí pasé a América y así fue como llegué al Caribe. Haití, mi nuevo trabajo, es un desprendimiento de este monográfico3.

Cristina García Rodero
Rituales en Haití

La visión que ofrece esta fotógrafa sobre Haití se mantiene al margen de las historias siniestras de zombies (que como se ha visto anteriormente tienen una explicación muy evidente y que es la de intentar esclavizar a todo un pueblo utilizando la sabiduría más importante del mundo: la que nos ofrece el conocimiento real de la energía del universo. En este caso, sólo al alcance de los brujos más preparados pero que se ponen al servicio de intereses perversos). Para dar la vuelta a esta situación compleja, ella parece que trata de reflejar el lugar y la función del cuerpo en los espacios rituales auténticos donde el indígena intenta buscar una armonía con las fuerzas de la naturaleza y con los dioses para conseguir exorcizar todos sus terrores. Ante todo buscan protegerse, y salvaguardar a los suyos, a través de ritos y danzas sacrificiales unas y de oración otras con las que buscan conseguir un equilibrio de fuerzas que les permitan mantener al mal y al demonio alejados de sus vidas.

Las fotografías son todas ellas muy espectaculares y ponen en evidencia el papel que el agua, el fuego y el aire tienen en todo proceso ritual. Por eso, las personas que ha retratado reflejan en toda su contundencia desde los músculos de su cuerpo la fuerza y la pasión del deseo de sobrevivir. Y es desde ese punto que el cuerpo se convierte en objeto erótico (algo que la propia fotógrafa ha reconocido necesario para entender tal vez este trabajo), como elemento que se enfrenta a las fuerzas del mal con lo más potente posible: las creencias. El expresionismo de los cuerpos camina de la mano del expresionismo de las fotografías, por lo que parece que la propia potencia de las imágenes nace de la innata fuerza de la escenificación de cada ceremonia o liturgia hecha con fe y con gran autenticidad. El espectador se enfrenta en “Rituales en Haití” a muñecos de barro que parecen irrumpir con la fuerza del huracán cuando acometen esos bailes o esos sacrificios inevitables para la continuidad de la vida en la tribu.

Las imágenes recogen claramente esa dualidad entre lo humano y lo divino que la misma Cristina García Rodero ponía sobre la mesa como un elemento decisivo para comprender este trabajo. Es posible que el haitiano sienta la superioridad de los Dioses, tal y como lo expresa Jean-Pierre Vernant quien ha establecido una diferenciación clara entre el cuerpo humano y el cuerpo divino y, entre otras cuestiones, considera al cuerpo del hombre como un subhombre, mientras que el cuerpo de los dioses brilla con un resplandor tan intenso que ningún ojo humano puede soportarlo. Su esplendor ciega (…) La paradoja del cuerpo divino reside en que, para mostrarse a los mortales, debe dejar de ser sí mismo para revestirse de bruma, disfrazarse de hombre.4 El subcuerpo del que habla Vernant es incompleto, mortal, precario, irrealizado y transitorio. Y, lo que es más importante, parece estar sometido al libre albedrío de los dioses. Y, contra ese albedrío, es contra el que tratan de enfrentarse los haitianos con sus ritos.


Cristina García Rodero
Rituales en Haití

Resulta inevitable no acordarse en estos momentos de autores como Mircea Eliade o el mismo Claude Lévi-Strauss5, estudiosos los dos de la cultura de las sociedades arcaicas. El mito del eterno retorno de Mircea Eliade, por ejemplo, incluye una exposición de los ritos y mitos de las sociedades arcaicas que afectan, todos ellos, a su concepción del tiempo cíclico y en la que se da un continuo retorno y se rememora la creación. Basan, por ello, su vida, entorno a los arquetipos y a la repetición. A la par Eliade nos habla de las concepciones de la historia y de como estos arcaicos mantienen una postura antihistórica. La diferencia más importante entre el hombre de las civilizaciones arcaicas y el hombre moderno, histórico, está en el valor creciente que éste concede a los acontecimientos históricos que para el hombre tradicional constituyen pecados que deben ser expulsados y abolidos periódicamente. En este contexto, lo único que se le puede criticar a la visión del hombre arcaico en opinión de Mircea Eliade es la fobia al movimiento y la espontaneidad. En la concepción primitiva, la creación acontece en cada nuevo reinado, en el casamiento, nacimiento del hijo, etc. Todos los instrumentos de regeneración que utilizan los indígenas tienden hacía la misma meta: anular el tiempo transcurrido y vivir en un continuo presente. El eterno retorno, dice Eliade, delata una ontología no contaminada por el tiempo y el devenir. Todo es reversible y ninguna transformación definitiva. La repetición confiere realidad a los acontecimientos que se repiten porque imitan a un arquetipo. A causa de la repetición, el tiempo está suspendido. Estos comportamientos del hombre arcaico responden a un esfuerzo desesperado por no perder el contacto con el ser.

La historia del fotógrafo zombie


Cristina García Rodero
Rituales en Haití

Cristina García Rodero comenzó su carrera fotográfica coincidiendo con la transición política en España. En esos momentos (en los años setenta) un grupo de fotógrafos encabezado por Joan Fontcuberta comenzaron a darse a conocer desde plataformas publicitarias como fueron las revistas Nueva lente y después Photovision (revistas de culto). Ella formaba parte de ese grupo selecto de artistas tomados en su momento como botón de muestra del nuevo panorama artístico de la fotografía española que dejaba al margen de forma sibilina a numerosos fotógrafos que hoy en día continúan formando parte de la España oculta de los fotógrafos (me refiero –por señalar sólo un ejemplo muy significativo– a los extraordinarios fotógrafos surgidos de las diferentes asociaciones fotográficas que han marcado diferentes tendencias trascendentales para la fotografía internacional pero que han sido sepultados y después convertidos en auténticos zombies).

Juan Manuel Bonet enumera de forma ejemplar los fotógrafos que se dieron a conocer por aquella época: Fue importante como ruptura, a comienzos de los años setenta, la aventura de la revista madrileña Nueva Lente, a la que están vinculados nombres como Pablo Pérez Mínguez, Jorge Rueda o Carlos Serrano (…) La nueva fotografía cobra fuerza durante los años ochenta y noventa, época que ve consolidarse la obra de Humberto Rivas (…), Toni Catany –gran bodegonista, gran viajero, recuperador de la técnica del calotipo–, Manel Esclusa, Javier Vallhonrat, Eduardo Momeñe, América Sánchez, Pere Formiguera, el retratista Jordi Socias, los documentalistas Koldo Chamorro, Isabel Muñoz, Marta Sentís, Xurxo Lobato y Cristina García Rodero –autora esta última de los libros España oculta (1989) y España, fiestas y ritos (1992)–, o el siempre desconcertante –por amigo de las máscaras, el fingimiento y la parodia– Joan Fontcuberta, que fue el primero en acercarse a nuestras vanguardias fotográficas de preguerra cuando comisarió la muestra ministerial Idas y caos (1984), entre otros.6


Cristina García Rodero
Rituales en Haití

Precisamente el primer trabajo de Cristina García Rodero se titulaba España oculta(que se publicó en 1989). El proyecto, que recogía imágenes de los ritos fundamentalmente religiosos (procesiones), también de la cultura, del folklore y de las tradiciones del país, tuvo una importante y probablemente merecida difusión; era realmente bueno y descubría tras ese grupo privilegiado de fotógrafos una mirada femenina diáfana y sin prejuicios a las realidades más mágicas de su propio país. Al hilo de estas consideraciones, con anterioridad otro fotógrafo también desgraciadamente convertido en zombie (en proscrito) aunque por otras razones, José Ortiz-Echagüe7 fallecido precisamente en los años ochenta, había realizado un trabajo extraordinario sobre esa España ritual en su colección España Mística (que es sólo una parte de su increíble producción fotográfica). En este sentido hay que señalar que el propio Joan Fontcuberta y otros críticos han tratado de subsanar esta injusticia con el fotógrafo y han contribuido en los últimos años a resituar la figura de José Ortiz-Echagüe en un contexto más estético y menos hostil con respecto a la posible ideología del fotógrafo. Pero la situación de José Ortiz-Echagüe amenaza con convertirse en crónica con otra espada de Damocles que en estos momentos pende sobre él y que tiene que ver con la gestión de sus derechos de autor que obliga a cualquier medio digital a pagar un canon por cada fotografía publicada; lo cual dificulta mucho la cuestión a la vista de que muchos sites de Internet no tienen como finalidad conseguir ser una empresa rentable sino ser sólo un instrumento educativo y de divulgación de la fotografía. Esta es una cuestión sobre la que deberían reflexionar con calma los gestores del Legado Ortiz Echagüe, debido al perjuicio considerable al que se está sometiendo a la obra del fotógrafo con esta política.


Cristina García Rodero
Rituales en Haití

Es evidente que Cristina García Rodero es heredera de la mirada antropológica y documental, más que política, propuesta en su momento por José Ortiz-Echagüe. Desarrollando de forma magistral su parte más mágica y erótica; mientras que otro fotógrafo español Ricky Davila, también heredero en cierta medida de la forma de mirar de este fotógrafo opta por profundizar en la abstracción de los rasgos corporales en convivencia con el origen del individuo; en sus fotografías hay una elipsis sorprendente de la sociedad de consumo y así desde la expresión estética del cuerpo se coloca directamente en sus orígenes antropológicos. En estos momentos, es uno de los fotógrafos españoles con más proyección internacional. Sin embargo, Cristina García Rodero ha conseguido dotar de un sello personal a su obra como da muestra de ello su impecable trayectoria profesional, jalonada por multitud de premios, publicaciones y exposiciones. fuente: solromo.com

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