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La muerte del cruel Osvaldo Pincetti

La muerte del cruel Osvaldo Pincetti

Participó en espeluznantes crímenes y aplicación de tormentos

Solo, abandonado y loco, como merecía, murió el hiptonizador y torturador Osvaldo Pincetti

Escasas semanas después que -por conmiseración- la justicia lo dejó en libertad; absolutamente solo, empobrecido, con sus facultades mentales dañadas y literalmente pudriéndose en vida, murió uno de los más crueles torturadores y participantes en atroces crímenes durante la dictadura de Pinochet: Osvaldo Pincetti, conocido como “Doctor Tormento” o “Profesor Destino”.

Quien vivió tiempos en que su poderío parecía inacabable y abusó de la garantizada impunidad para ejercer bestialmente su papel de criminal a sueldo, gozó del favoritismo de la dictadura ayudando a torturar y asesinar hiptonizando prisioneros, o intentando doblegar sus voluntades para sacarles declaraciones contra su voluntad… murió como le correspondía: en estado miserable, abandonado incluso por sus más cercanos, despreciado por una sociedad que aún no entiende cómo un solo personaje pudo albergar tanta maldad y brutalidad.

Torturaba, hipnotizaba e inyectaba

Reproducimos a continuación algunos fragmentos de prensa sobre los crímenes del despreciable “Doctor Tormento”, que no descansará nunca en paz… igual que otros.

De La Nación:

“Don Jaime ordenó que los prisioneros descendieran. Barriga era el jefe del operativo. El único oficial que lo acompañaba era el teniente de Carabineros, también agente DINA y entonces jefe de la agrupación Águila, Ricardo Lawrence Mires, quien actuó como subordinado suyo.

Desde uno de los vehículos descendió un hombre de lentes ópticos, usando un delantal blanco. Era el “doctor” Osvaldo Pincetti, conocido como El Brujo de la DINA. Un paramédico que utilizaba técnicas de hipnosis para sacar información a los detenidos. Entonces Barriga le ordenó proceder. A los prisioneros se les sacaron las amarras pero se les mantuvo la vista vendada. Pincetti preparó una jeringa y comenzó a trabajar.

“Pude ver que el doctor Pincetti los inyectó en un brazo, ignoro con qué, pero los detenidos cayeron todos muertos de inmediato”, relató el ex agente de Barriga, E.V.T., en una de sus declaraciones judiciales de 2003.” La Nación.

De La Tercera:

La voz del “Profesor Destino” se escuchaba profunda, seria, monofónica. A través de Radio Occidente de La Serena, el hombre leía el horóscopo, daba consejos amorosos, ponía temas de la nueva ola y adivinaba el futuro de sus oyentes. Su programa lideraba la sintonía radial a principios de los 70, en una ciudad en donde no muchos tenían televisor. Pero, poco antes del golpe de Estado, el espacio se acabó.

Días después del 11 de septiembre de 1973, detenido en el Regimiento Arica de la capital de la IV Región y con los ojos vendados, el comunista Eliseo González reconoce la voz de su interrogador: “¿Que no es el ‘Profesor Destino’?... Pero, claro, si es Pincetti”, recuerda haber comentado con los demás prisioneros políticos del recinto.

Osvaldo Pincetti Gac, el hombre que decía tener poderes paranormales y que asombraba a su público con espectáculos de hipnosis, había sido reclutado por la Dina. Hoy, conocido como “Doctor Tormento”, está preso en Punta Peuco, condenado a 10 años por su complicidad en la muerte del carpintero Juan Alegría Mundaca, asesinado en 1983 para encubrir el crimen de Tucapel Jiménez. Además enfrenta varios procesos por desapariciones.

Pincetti fue un personaje singular dentro de la Dina y la CNI. Quienes pasaron por sus manos coinciden en que su labor no era, en rigor, aplicar tortura, sino que “ablandar” al detenido. ¿Cómo lo hacía? Generalmente recurría a la hipnosis, “un don que tengo desde niño”, declaró después ante el juez Alejandro Solís.

Dudas: Sin embargo, nunca fueron muy claras sus habilidades extrasensoriales. Fernando Moraga, periodista y director de Radio Occidente en los tiempos en que Pincetti era el “Profesor Destino”, señala que “como hipnotizador era un poco chapucero. Es cuestión de que encuentres la persona adecuada y se te duerme sola”.

La opinión entre los presos políticos de La Serena no era muy distinta. “Nosotros nos cagábamos de la risa con sus sesiones de hipnosis. Algunos lo engañaban y se hacían los dormidos, y Pincetti decía ‘está listo, está listo’“, cuenta Eliseo González.

Aún así, los detenidos se preparaban para las sesiones con Pincetti. González dice: “Íbamos con la fuerte convicción de no dejarnos hipnotizar, con la idea de oponer resistencia mental”.

Otros, como el médico Eduardo Ilabaca Plaza, recuerda que Pincetti le administró pentotal para eliminar su resistencia a hablar y que en los interrogatorios ponía de fondo el Lago de los Cisnes: “Hoy día escucho esa melodía y me angustio”.

Más tarde, el “Doctor Tormento” apareció en Villa Grimaldi. Según declaró ante el juez Solís en la causa por el secuestro del mirista Luis San Martín, Manuel Contreras le encargó la tarea de hipnotizar al personal que trabajaba en ese centro de detención para medir su coeficiente intelectual.

Pincetti señaló que el trabajo lo realizó con unos 800 funcionarios, no sólo en Villa Grimaldi, sino que también en los cuarteles de Londres 38, José Domingo Cañas e Irán con Los Plátanos, conocido como “Venda Sexy”. Luego siguió con los detenidos: “El sistema los aliviaba, porque así se liberaban de otros apremios”, aseguró a la justicia.

El “Doctor Tormento”, también conocido como “El Doc” o “El Brujo”, hipnotizó a prisioneros en Colonia Dignidad, según propia confesión, y durante sus funciones conoció a Miguel Krassnoff, Marcelo Moren Brito, Osvaldo Romo, Pedro Espinoza y otros militares emparentados con las violaciones a los derechos humanos.

A los agentes Carlos Herrera Jiménez y Alvaro Corbalán los acompañó en el asesinato de Alegría. La justicia determinó que Pincetti hipnotizó al carpintero para que éste escribiera una carta autoinculpándose del crimen de Tucapel Jiménez. Fue la última de Pincetti.

El “Doctor Tormento”

La auxiliar de enfermería de la Clínica London Jazna Larrecheda Valdés contó un segundo detalle gravitante para el juez y la primera pista concreta sobre la muerte de Leyton. La mujer relató a Madrid que en marzo de 1977, “a eso de las 2 a.m., llegaron hasta la Clínica London unas ocho personas a cargo de un oficial y otros dos agentes a quienes identifiqué como Armando Cabrera y el cabo Manuel Leyton. En un instante todo el grupo entró a la oficina del jefe administrativo y a los pocos minutos llegó un sujeto conocido como el doctor Pinchetti”. Este último, también conocido como el “doctor tormento”, era el hipnotizador de la DINA.

Luego de algunas horas vio a Leyton fumando y paseándose de un lugar a otro, “tocándose la cabeza en señal de nerviosismo y desesperación, al mismo tiempo que acariciaba el arma de servicio que llevaba al cinto (...) Transcurrieron algunos minutos y salió Cabrera de la habitación. Inmediatamente ingresó Leyton hasta donde permanecía Pinchetti”, declaró la auxiliar de enfermería.

A los pocos minutos, el hipnotizador llamó por teléfono y dijo: “El primero (Cabrera) negativo, el segundo (Leyton) positivo”, cuenta Larrecheda.

Hipnosis mortal

De: El Universal de México (eluniversal.com.mx)

He aquí el plan: primero, escoger a alguien, no importa a quién, pero que sea pobre, alcohólico y que nadie lo eche de menos. Segundo, ganar su confianza e invitarlo a beber. Y tercero, cuando esté borracho, llevarlo a su casa, cortarle ambas muñecas y ordenar la escena para que parezca un suicidio.

Simple, eficaz y barato.

Con el crimen, el grupo de agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI) el siniestro aparato de seguridad de Pinochet quería ocultar otro asesinato, el del líder sindical Tucapel Jiménez, encontrado 17 meses antes con cinco tiros en la cabeza y varias cuchilladas en la garganta.

Los agentes recorrieron los cerros de Valparaíso y el 10 de julio de 1983 eligieron a Juan Alegría, carpintero, 33 años, abandonado por su esposa, sin un peso en los bolsillos y totalmente ebrio.

Sin embargo, antes de morir, el carpintero debía escribir una carta en la que confesara que se suicidaba agobiado por culpa de haber matado a Jiménez. ¿Cómo lograr que haga algo así? Fácil: hipnotizándolo. La CNI tenía entre sus filas a un personaje curioso y prácticamente desconocido en la larga lista de violadores de derechos humanos durante la dictadura en Chile.

Ese hombre era Osvaldo Pincetti, un sujeto mofletudo y de pantalones abrochados sobre el estómago. Decía que era médico y que tenía poderes paranormales, y con esos títulos había recorrido casi todas las cárceles secretas del país con la autorización del general Manuel Contreras, mano derecha de Pinochet en la lucha antisubversiva.

Pero Pincetti no era médico. Tampoco un verdadero hipnotizador. ¿Poderes paranormales? Ninguno en realidad. Es difícil saber con precisión en qué momento los agentes de seguridad del régimen militar, entrenados para desconfiar hasta de su propia sombra, se dieron cuenta de que estaban siendo asesorados por un embaucador y que habían caído no uno ni dos años, sino durante todo el gobierno de Pinochet, 16 años.

Alto y con lentes tan gruesos que apenas se podían ver sus ojos, la misión de Pincetti era poner en trance a los opositores de la dictadura para sacarles información. Pero llegó demasiado lejos. Fue condenado por la justicia a 10 años por el crimen del carpintero Alegría y hoy pasa sus días en un área para enfermos mentales del Hospital Militar de Santiago, solo, casi todo el día en cama, con un humor del demonio y despreciado por los demás pacientes.

Aries...

La voz del “Profesor Destino” suena profunda, convincente, de ultratumba. Hace una pausa, no se escucha volar una mosca, y continúa: Evite correr riesgos innecesarios en su trabajo. Dedíquese a consolidar su situación...

Faltan varios meses para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, y Osvaldo Pincetti vive en La Serena, a 470 kilómetros al norte de Santiago. No es un desconocido en la ciudad. Es, en realidad, un éxito radial. Todo el mundo lo conoce como el “Profesor Destino”, el locutor que lee el horóscopo, adivina el futuro, da consejos amorosos, receta medicamentos, contesta consultas de radioescuchas atormentados e hipnotiza.

¿La hipnosis? Es un don que tengo desde niño dice cuando le preguntan.

Un día, semanas antes del golpe militar, el programa se acaba y a Pincetti se lo traga la tierra. Nadie tiene noticias de él.

El ex locutor radial ha sido reclutado por la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), la primera policía secreta de Pinochet.

La idea de obtener información de los detenidos a través de la hipnosis prendió rápidamente entre los oficiales del regimiento. Se trataba de un método inédito y quien lo proponía no era otro que el Profesor Destino. Pronto, los presos políticos lo bautizaron como Doctor Tormento.

En uno de los tantos juicios en que debió declarar tras el retorno de la democracia, el Doctor Tormento confiesa que hipnotizó a alrededor de 30 detenidos.

Un testimonio

-Usted me menciona a Pincetti y se me revuelve el estómago-, dice Carlos Soto, concejal por Talca, ciudad al sur de Santiago, quien tuvo una particular experiencia con el “Doctor Tormento”. Fue detenido en mayo de 1980 por poseer una imprenta clandestina. Tenía 25 años. Luego de tres días de brutales torturas, le dijeron que había llegado un equipo de especialistas desde Santiago y allí, ante sus ojos, apareció Pincetti.

A esas alturas, la Dina había sido disuelta y el hombre figuraba en las filas de la CNI, donde fue incluido en la División Antisubversiva. Su misión seguía siendo la misma.

Soto continúa el relato: “En eso sacó de su bolsillo una cadena con una piedrecita similar a un diamante. Al girar daba unos destellos de luz. Quería hipnotizarme”.

Soto creía que si el hipnotizador fracasaba con él, iban a volver a torturarlo y, a esas alturas, dice que ya no tenía fuerzas para enfrentar algo así. Entonces, como casi todos los que pasaron por él, optó por fingir el trance.

Para probarlo, Pincetti acercó un cigarrillo y me lo apagó en el dorso de la mano derecha.

Pese al dolor, no movió un músculo, así que la sesión de hipnosis continuó.

Después me pinchó las yemas de los dedos con un alfiler. Tuve que quedarme impávido otra vez.

A principios de los años 90, Pincetti comenzó a declarar en los tribunales por la muerte de Alegría. Su participación habría quedado en el olvido, si no fuera porque un ex CNI entregó anónimamente a un sacerdote información sobre el crimen del carpintero. Allí mencionaba al “Doctor Tormento”.

En 2000, Pincetti fue condenado a 10 años por la muerte de Alegría. El resto de la patrulla que participó en el crimen obtuvo cadena perpetua. Todos fueron llevados a Punta Peuco, una cárcel especial para violadores de derechos humanos.

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