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Sindromes extraños , pero reales

Psicosis por Wendigo

Se daba entre las tribus de Canadá y Alaska. Consiste en una perdida de apetito que desencadena en vómitos y nauseas. También podían desencadenar en alucinaciones e insomnio. El afectado temía ser poseido por el Wendigo. Este miedo provocaba que se convirtiera en canibal, por lo que pedía a su tribu ser asesinado.

Este síndrome del siglo XIX tiene su parte de leyenda ya que en ninguna ocasión hay ningún testimonio del supuesto Wendigo, sino solo de los supervivientes que pudieron inventar la historia para justificar el asesinato del miembro que entorpecía la tribu.

Síndrome de la cabeza explosiva

Quien lo padece escucha en ocasiones el sonido de una explosión dentro de su cabeza, sin embargo, no siente dolor alguno. La frecuencia de los ataques pueden variar con el tiempo, pero cuando se producen ocasionan miedo, ansiedad y aumento del ritmo cardíaco.

Síndrome de Fregoli

Quienes lo padecen identifican a las personas erróneamente. Por ejemplo, si ve al médico puede creer que es su hermano. En este trastorno, el enfermo confunde a los extraños con familiares o seres queridos. Es el caso inverso al síndrome de Capgras, en el que el enfermo cree que han reemplazado a sus familiares, siendo incapaz de reconocerlos. Estos síndromes se agrupan con el nombre de "síndrome de falsa identificación delirante". Dentro de este grupo también está el síndrome de los dobles subjetivos, en el que el afectado piensa que hay un doble suyo que actúa de manera independiente.

Volviendo al síndrome de Fregoli, el nombre se debe a Leopoldo Fregoli. Este actor italiano era conocido porque en sus actuaciones realizaba varios papeles, cambiándose rápidamente para interpretar a uno o a otro.
Kachigani

Como sugiere el nombre, se da entre los japoneses. O mejor dicho, se dio. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos japoneses se quedaron aislados en diferentes puntos del mundo.

Un caso famoso es el de Hiroo Onoda. Este japonés que combatió en la Segunda Guerra Mundial, siendo llevado a la isla filipina de Lubang. A pesar de que los aliados tomaron la isla, Onoda y tres de sus compañeros pudieron sobrevivir, quedando como única resistencia. Estos se refugieron en la selva durante años. Incluso después de acabar la guerra. Sin embargo, ellos creían que el conflicto no había terminado y no había manera de convencerlos debido a que consideraban a todos como enemigos. Uno de ellos se rindió, y otros dos murieron, dejando a Onoda solo. No fue hasta que fue su superior cuando por fin aceptó salir de aquel bosque.

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