La isla de cemento J.G.Ballard
La isla de cemento es una novela asfixiante en su inicio y devastadora en sus conclusiones.
Robert Maitand es un arquitecto al que la vida le ha tratado bien, una vida no exenta de problemas pero con las satisfacciones suficientes (basadas en su mayor parte en la vida acomodada que lleva) como para seguir tirando. Esposa, hijo, amante, y dinero más que suficiente como para poder sonreír al levantarse cada mañana. Un accidente de tráfico causado por un despiste le lleva a una isla de tránsito entre diversos carriles de una autovía. Pero lejos de ser rescatado de inmediato, los días se sucederán en la isla de cemento sin que nadie acuda en su ayuda. Por una serie de caprichos del azar, nadie ha visto el accidente y nadie le echará en falta en su vida diaria (en el trabajo piensan que está de viaje, su mujer piensa que está con su amante, su amante cree que está con su mujer). La crítica a la incomunicación social está siempre presente, con este arquitecto confundido con un mendigo al que, por supuesto, nadie prestará atención ni tomará en serio Convertido en una especie de Robinson Crusoe modernizado, el herido Robert Maitand deberá sobrevivir en el ambiente hostil de la isla y tendrá que intentar escapar de ella para volver a su anodina y aparentemente feliz existencia. Mientras que otros autores se hubieran centrado únicamente en los métodos de supervivencia del arquitecto en la desolada isla (probablemente a modo de novela de aventuras), J.G. Ballard da un paso más allá diseccionando a su personaje protagonista a través de patéticos episodios hasta mostrarnos de qué está hecha realmente el alma humana cuando la despojas de convicciones y maquillajes sociales. Y es que con ‘La isla de cemento’ (Minotauro) Ballard vuelve a desnudar varios aspectos inquietantes de la psique humana, tal y como ya había hecho en la sobrecogedora ‘Crash’ y haría más adelante en ‘Rascacielos’, ‘Furia Feroz’ o ‘Noches de cocaína’.Los momentos de auténtica angustia a cargo de la soledad centran la primera parte de la novela, cuando el protagonista intenta por todos los medios llamar la atención de un posible salvador. La crítica a la incomunicación social está siempre presente, con este arquitecto confundido con un mendigo al que, por supuesto, nadie prestará atención ni tomará en serio. Es esta la parte más tópica del relato, aunque no por ello carece de interés, logrando el autor que sufras en tu propia piel la indefensión del personaje protagonista. Sin embargo Ballard propicia a mitad de libro un interesante y arriesgado giro en el que Maitand se dará cuenta que no está solo en la isla, aunque esa compañía no menguará su soledad existencial. Jane y Proctor entran en escena, son dos desheredados de la tierra, dos solitarios alejados de convencionalismos de ningún tipo a los que la presencia del arquitecto pondrá en alerta. Son dos personas que han decido dar de lado al mundo que les ha dado la espalda, dos personalidades muy diferentes pero con un rasgo en común: ambos han decidido recluirse voluntariamente del mundo exterior, cambiando dolor por penuria. Con Jane y Proctor a su alrededor, uno podía pensar que las cosas irían mejor para Maitand, cada vez más débil física y psicológicamente. Sin embargo estos no quieren que nadie saque a la luz su escondrijo secreto, por lo que no ayudarán al arquitecto más que para lo estrictamente necesario. Así, el protagonista herido deberá hacerse valer por encima de los dos marginales, aunque para ello tenga que poner a prueba su propia moralidad. Ballard reflexiona así sobre todo lo que estamos dispuestos a hacer con tal de sobrevivir, cosas de las que habitualmente renegamos pero en las que podemos llegar a vernos obligados a convertirnos. Será junto a la manipuladora Jane y al simplón Proctor con los que Maitand se hará inquietantes preguntas sobre su propia situación: ¿y si hubiera sido él quién inconscientemente hubiera provocado el accidente que propició su reclusión en la isla? ¿Y si realmente no quiere salir de ella? ¿Somos nosotros mismos los causantes de nuestro propio dolor? Junto a ellos el protagonista de la historia se conocerá un poco mejor (no siempre para bien), aunque no logre sacar ninguna conclusión determinante sobre sí mismo. Eso sí, nunca un final tan abierto como el expuesto en esta novela había resultado tan concluyente. ‘La isla de cemento’ es una novela entretenida, aunque asfixiante en su inicio y devastadora en sus conclusiones. La trama se tuerce radicalmente desde la novela de aventuras con la que da comienzo, el mensaje del autor varía y el lector no puede dejar de sorprenderse por el escéptico pesimismo que rebosa cada capítulo a partir de ese momento. No es un texto fácil, aunque quien se atreva a sumergirse en él hallará un buen número de miserias humanas y una tristísima reflexión sobre la alienación que domina nuestras propias existencias. |
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